El principio del camino
Hola de nuevo!
Antes de nada, quería daros las gracias a todos. Estoy encantada por toda la gente que ha visto el blog y por los comentarios tan cariñosos que me habéis dejado. De verdad, muchas gracias. Os he ido contestando a todos los comentarios del blog. A partir de ahora, cuando os conteste os llegará un email (seguramente al correo no deseado) para que sepáis que os he contestado.
En la entrada anterior os decía que en la siguiente os iba a contar los motivos por los que escribo este blog, pero tengo muchas ganas de empezar a contaros mi historia, así que lo que me faltaba de contaros sobre motivos y aclaraciones, lo he añadido en el apartado de SOBRE MI… Allá vamos!!!
El principio del camino lo sitúo desde que tengo uso de razón. De siempre me han gustado los niños. Soy de esas personas que allá donde había un bebé, allí estaba yo. Siempre le pedía a mi madre que me llevara a casa de fulanita que había tenido un niño.
Si no conocía mucho a la madre o por mi timidez, siempre me ponía al lado del bebé y me bastaba con mirarle, pero si la madre era alguien de más confianza, era una auténtica sombra del bebé, y mi mayor premio era cuando me dejaban tenerlo en brazos.
Me gustaba todo, ver cómo le bañaba, la ropita, la habitación, cogerle una y otra vez, darle el bibe, hasta cambiarle el pañal, que por muy mal que oliese ahí estaba yo de primera voluntaria.
Fijaros hasta dónde llegaba la cosa que a mi primo, que le saco 12 años, le despertaba cuando nadie me veía para cogerle en brazos…
De siempre me han encantado las tiendas de cosas de bebé y la ropita… Siempre que voy al Corte Inglés no puedo evitar darme un paseo por la sección de bebés.
Ya en la carrera de Educación Infantil, uno de los años de prácticas lo hice en una guardería y ¡cómo disfruté! Las profesoras me decían que tenía el instinto maternal muy desarrollado, que sería madre pronto, y esa era mi intención, peero… no ha sido así.
También estuve un año de becaria en una guardería y fue genial. Me los comía a todos. Había momentos desesperantes como la hora de comida, ya que dar de comer a unos cuantos a la vez es un poco locura, o como cuando se ponía a llorar uno y surgía el efecto cadena y se ponían todos a llorar…Pero me daba igual, era mucho más bonito verles jugar, ayudarles a aprender a andar, verles sonreír, sus “palabras”, jugar entre ellos, jugar con ellos, los besos y abrazos que me daban, sus miradas…
Entre medias de estos años de prácticas en la guardería, se iban iniciando los problemas que ahora hace que me esté costando tanto ser madre.
Con 19 años, me tuvieron que quitar un ovario y parte de una trompa de Falopio porque tenía un quiste de 9 centímetros. No era malo, pero me lo tuvieron que quitar porque el quiste era muy grande. También vieron algunos implantes de endometriosis que por aquel entonces, no tenía ni idea de lo que eso iba a suponer.
Cinco años después, me tuvieron que volver a operar porque tenía un mioma un poco grande y un quiste endometriósico. Ya me hablaron un poco de la endometriosis, pero me dijeron que no me preocupase, que podría quedarme embarazada sin problemas. En ese momento me lo creí, no supe qué implicaba, pero ahora lo sé: tendría problemas para tener hijos.
Así que entre las dos operaciones, la endometriosis y baja reserva ovárica (aunque no es muy baja), pues está resultando difícil lograr el deseado embarazo.
Por mis problemas ginecológicos sabía que me iba a costar algo, pero no tanto. Y aunque lo sabes, no lo quieres ver o solo te acuerdas de gente que dice “me dijeron que me iba a costar tener hijos y me quedé a la primera”. No quieres pensar en otros casos en los que nunca lo logran.
Nos casamos el 11 de agosto de 2011. A principios de septiembre fuimos al ginecólogo para comprobar que todo estaba “bien”, es decir, que no hubiese más de lo que ya sabíamos. Me encontraron un par de miomas pero eran pequeños y estaban en un sitio que no iba a afectar al embarazo. Así que con el ok del ginecólogo nos pusimos a intentarlo.
